jueves, 20 de junio de 2013

DÍA 20. PIDAMOS HOY AL SAGRADO CORAZÓN POR EL CLERO y LAS ORDENES RELIGIOSAS

I

   Si el Papa es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el Clero y las Órdenes religiosas son sus brazos. De ellos se sirve para obrar el bien y promover el servicio de Dios: por esto son tan aborrecidos de la impiedad, los sacerdotes y religiosos, que a toda hora anda ella procurando o destruirlos o corromperlos. Dediquemos, pues, hermanos míos este día de hoy a rogar por tan importante necesidad.

   Pidamos al Sagrado Corazón encienda y abrase en celo y caridad el alma de sus sacerdotes y religiosos y religiosas, para que por su medio gane cada día terreno el reino de Dios sobre la tierra, y se conquisten nuevas almas para la gloria celestial. Que sea en ellos, perfecta la observancia de las leyes eclesiásticas, que brillen en el pueblo por la pureza de las costumbres, por el desinterés, la obediencia, la humildad y el espíritu de sacrificio.

   ¡Oh Corazón de Jesús! ¡Ved cómo está el mundo, y la necesidad que hay de que trabajen buenos obreros en él! ¡Oh Padre de familias, mandad buenos trabajadores a vuestra Viña. Hacedlo, Corazón Divino, por vuestra gloria y por la salvación de tantas almas que habéis confiado a la dirección de vuestros ministros.

   Os lo suplicamos muy especialmente, Corazón Divino, en este día de vuestro devoto Mes.

   Medítese unos minutos.

II

   Cuales sean los sacerdotes y las Casas religiosas, tales serán los seglares que viven a su alrededor. ¡Ay del pueblo donde reina hasta en los ministros del santuario, el desorden o siquiera la negligencia! ¡Cuánto no debe, pues, interesarnos ante el Sagrado Corazón esta necesidad!

   ¡Oh Corazón Divino! Dad celosos pastores a vuestras ovejas, ardientes pregoneros a vuestra palabra, fieles dispensadores a vuestros Sacramentos. Avivad en las almas que en los Institutos religiosos os habéis escogido como especial porción vuestra, y que más estrechamente os han ligado por medio de los votos, el espíritu de oración, la vida mortificada, el reconocimiento interior, la ejemplar observancia.

   ¡Señor! Vos lo habéis dicho: "Un poco de levadura hace fermentar luego toda la masa". Y ¿quiénes son la levadura de vuestro pueblo, sino estas almas que os habéis escogido de la masa común de él? Enviad santos religiosos, ¡oh Señor! enviad almas de superior perfección, y se transformará el mundo.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

miércoles, 19 de junio de 2013

DÍA 19. PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN POR NUESTRO SANTÍSIMO PADRE EL PAPA

I

   Hemos llegado ya, ¡oh devotos del Sagrado Corazón! a la última novena de este su piadoso Mes. Hora es ya que pensemos en dirigirnos a Él con nuestro fervor, para rogarle en estos últimos días por las necesidades más urgentes de la sociedad humana. Por las nuestras particulares hemos rogado, cada día y podemos seguir haciéndolo en el fondo de nuestro corazón. Por estas otras, debe ser pública y común, nuestra oración, como son ellas públicas y comunes. Dediquemos, pues, el día de hoy a rogar al Sagrado Corazón por nuestro Santísimo Padre el Romano Pontífice. Y ¿por cuál podríamos ofrecer con preferencia nuestra más eficaz oración? Es el Papa el centro de toda la vida católica sobre la faz de la tierra, base de su edificio, cabeza visible del cuerpo espiritual de que es Cristo cabeza invisible.

   Es, por lo mismo, el objetivo privilegiado de las más rabiosas iras del infierno. Alrededor de su trono rugen con sin igual furor todas las tempestades de la impiedad. Ora fieros y desembozados, le dirigen brutales amenazas sus enemigos; ora pérfidos y capciosos, le tienden astutas amenazas.

   ¿Y habrá quien se tenga por hijo fiel de la Iglesia y deje solo a su Padre  y Pastor en esos tremendos combates? ¿Habrá quien no acuda al Sagrado Corazón por esta primera y más urgente necesidad de nuestros días?

   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Cubrid con vuestro escudo de protección  a este Vicario vuestro, el primero de vuestros hijos, a quien habéis constituido en la tierra como Padre y Pastor de nuestras almas en lugar de Vos. Asistidle, defendedle, sacadlo vencedor   de sus constantes enemigos. Lo son vuestros los suyos, y cuando contra él se pelea, se pelea contra Vos.

   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por nuestro venerable Pontífice, sed siempre, y en especial durante este mes, abogado y medianero nuestro ante el Padre Celestial!

   Medítese unos minutos.



II

   De todos los deberes del buen católico, el deber de rogar por el Papa es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué familia hay en la cual los hijos no se crean obligados a prestar toda clase de auxilios al padre de ella? Aquí la gran familia es el Catolicismo, y el gran padre de ella es el Romano Pontífice; nosotros somos sus individuos, y los auxilios principales que necesita son los de nuestra fervorosa y constante oración

 Examine, pues, aquí cada uno de nosotros cuál ha sido hasta hoy su conducta en este punto. Aunque no hayamos sido hijos rebeldes y malvados como los que se han alzado contra el Papa ¿no es cierto que quizá nos hemos portado como extraños o indiferentes? ¿Estamos seguros de haber cumplido siempre la obligación de buenos hijos? ¡Ah! tal vez habrá motivo para que se nos acuse sobre esto en el tribunal de Dios. No queramos, pues, permanecer ya en nuestra frialdad y olvido.

   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Este será mi grito constante en vuestra presencia: ¡Salvad al Papa! ¡Conceded el triunfo al Papa! Dad autoridad y fuerza a sus palabras; hacédselas respetar a ese mundo indócil a su voz; hacednos sobre todo a nosotros obedientes y sumisos a sus enseñanzas. Sean confundidos y disipados los que le quieren mal: vuelvan en sí los que han extraviado la Revolución con sus doctrinas; tornen solícitas al amoroso Pastor las ovejas que se han apartado de su rebaño.

   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por los méritos de vuestra cruz, por el valor infinito de esta sangre, por los azotes y espinas de vuestra cruelísima Pasión, dadle a vuestro Vicario sobre la tierra lo que por él os pedimos en el día de hoy.

   Medítese, y pídase la gracia particular.


martes, 18 de junio de 2013

DÍA 18. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS LA MEJOR HONRA

I

   Llámanse ilustres y honrados según. el mundo los que obtienen por sus merecimientos o por su fortuna el favor de los príncipes, y tienen libre entrada y valioso influjo en los palacios de los poderosos. A los tales se mira por la generalidad con admiración mezclada de secreta envidia: más que por sus riquezas y poderío se les señala por el lustre que rodea su nombre, por el esplendor en que viven sus familias, por la consideración y respeto que les tienen sus conciudadanos y no obstante, ¡cuán fugaz y pasajera es esta gloria humana, y cuán fácilmente se trueca en olvido, y quizá en espantosa desgracia! Llenas andan las historias de esas catástrofes de la humana vanidad; más de una vez se han tocado en un mismo día los extremos de la mayor elevación y de la mayor ignominia; el trono quizá ayer, y hoy el cadalso.

   No es tal la gloria y el honor, que a sus servidores concede el Sagrado Corazón de Jesús. Los válidos y favoritos de este generoso Monarca no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella espontáneamente con un voluntario apartamiento. Son admitidos a su más dulce intimidad, y poseen cerca de Él la más omnímoda influencia. De su recomendación pueden servirse para alcanzar del Padre cuanto les fuera conveniente para sí o para sus hermanos; ni se mostró más blando y dadivoso con los suyos aquel antiguo José, de lo que con nosotros quiere mostrarse nuestro hermano mayor Jesucristo. A los que le hayan hecho fielmente la corte en vida, promete el asiento junto a sí para juzgar al mundo en el supremo tribunal. A los que por suyo le hayan tenido acá entre los hombres, promete El reconocerles por suyos ante su Padre Celestial.

   Medítese unos minutos.

II

   Si gloria y honores y real privanza ambicionas, alma mía, ambiciona ésta que sólo puede darte el Sagrado Corazón. Oye lo que dijo a sus discípulos, y en ellos a todos nosotros: "Ya no os llamaré siervos, porque el siervo ignora lo de su señor; os llamaré, sí, amigos, porque todo lo que de mi Padre recibí, lo comuniqué a vosotros". ¿Qué príncipe de la tierra habló jamás así a un vasallo a quien quisiese honrar?

   Así lo reconozco, Jesús mío, y por esto en adelante no quiero ya otra gloria ni otro honor que los que resultan de serviros a Vos. Guárdense los reyes sus palacios, los cortesanos su codiciado influjo, los poderosos las mercedes con que honran a sus amigos. Téngase estos engañosos favores, que tan caros se compran y tan fácilmente se pierden.

   No excitará ya mi codicia el brillo de los pomposos arreos, de los elevados puestos, del esclarecido renombre, del aura popular incierta y veleidosa.

   ¡Oh Jesús mío! Quien como Vos vive, éste alcanza la mayor privanza: quien puede llamarse vuestro, éste adquiere el más distinguido título de honor. Ni más deseo, ni quiero pasar por menos. Sea ésta mi principal nobleza. La cruz, la herida cruel y la corona de espinas que mostráis en vuestro Corazón, he aquí mis blasones, únicos que me han de dar a conocer en el juicio por cortesano de vuestro palacio. Ambicioso soy, Jesús mío, y no me contento con menos que con reinar cabe a Vos en la gloria que preparáis a vuestros escogidos. Dadme cada día más de esos verdaderos honores, y haced los alcance un día en vuestro reino celestial.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

lunes, 17 de junio de 2013

DÍA 17. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS LA MÁS EFICAZ PROTECCIÓN

I

   Rodeados como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas celoso y vigilante protector. y cuenta que son muchos los tales enemigos, y son poderosos, y nos aborrecen de muerte.

   Todo lo que es enemigo de Jesucristo es por consecuencia de nosotros los cristianos. Tengo pues, enfrente de mí a todo el poder del infierno, y sirvo de blanco a sus ataques, ora de persecución, ora de seducción. El ejército del mal, que inspira invisiblemente Satanás, y visiblemente acaudillan los representantes de este en la tierra, llena el mundo; momentos hay en que ansioso se  pregunta el corazón si no es ya dueño enteramente de él. Sírvenle para la propaganda de sus ideas la imprenta y elocuencia, ejecutan sus órdenes muchos gobiernos, préstanle ayuda extraviados talentos. No hay acontecimiento alguno de cuantos presenciamos, que no sea un hecho de armas en favor o en contra de la causa de Dios, y por consiguiente que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como todo lo ha puesto a mi servicio Dios, para salvarme, así todo lo pone en juego el demonio, enemigo mío, para perderme. Toda la rabia del infierno, contra Dios, la descarga él contra mí, imagen suya, ya que contra Dios se reconoce impotente. ¡Pobre de mí, hecho de continuo objeto de tan fieras arremetidas! ¿Hay esperanza de salvación para el hombre en medio de tan obstinado empeño para que la pierda?

   Medítese unos minutos.

II

   Sí, alma mía, tienes un protector más fuerte que todos tus enemigos, y es seguro que nada puede el infierno entero contra quien a tal asilo, sepa acogerse. Acógete al Sagrado Corazón de Jesús. Tómale por escudo, y avanza intrépida. Di con seguridad: "El Señor es mi ayudador; no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es defensor mío; ¿qué puede espantarme? Si se levantan contra mí armados escuadrones, no temerá mi corazón; si se libra contra mi recia batalla, en eso pondré mi confianza".

   ¡Corazón Sagrado de mi adorable Jesús! Ved como está mi alma de continuo asediada, víctima de tenaz persecución, vacilante tal vez ya y próxima a caer en manos de sus enemigos. ¡Valedme, Sagrado Corazón, valedme! Están mundo, demonio y carne contra mí, y yo solo contra todos ellos. Pero no solo, no, sino con Vos, mi dulce bien, mi único amparo, mi protector y fortaleza. No me dan ya cuidado los enemigos. Levántense en mi corazón tempestuosas pasiones; haga brillar el mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; oiga zumbar sobre mi cabeza el continuo tiroteo de los que persiguen de muerte a Vos, a vuestra Iglesia y a vuestros amigos. A vuestro lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi diestra mil, y diez mil a mi siniestra, no me tocarán a mí los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor, y me oirá; conmigo estará en el riguroso trance, y me sacará a salvo, y aun con eso mismo me glorificará.

   Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón, en vuestro poder he puesto tal confianza, y sé que no me fallará.

   Medítese, y pídase la gracia particular.



domingo, 16 de junio de 2013

DÍA 16. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS LA FUENTE DE LA ALEGRÍA

I

   Servid a Dios con alegría, dicen los Libros Santos; y en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre el distintivo de los verdaderos servidores de Dios. Los Santos, en medio de sus más rigurosas austeridades, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino más bien tentación y peligro para el alma cristiana.

   Pero ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de turbación y tristeza las hallaremos por doquier, y parece punto menos que imposible substraerse a ellas. ¡Ah! Volemos, volemos a depositar nuestras congojas en el adorable Corazón de Jesús, y encontraremos en él la fuente de la verdadera alegría. Descarguémonos allí del peso de nuestras inquietudes por medio de una perfecta resignación a la santa voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en el fondo de nuestro corazón aquellas dulces palabras que tan a menudo dirigía el Salvador a sus discípulos: "¡La paz sea con vosotros!"

   ¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Vos para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Vos lo habéis dicho en otra ocasión: "Alégrate, hijo de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel". Dadme, ¡oh Señor!, este don celestial con que favorecéis a vuestros escogidos.
   Medítese unos minutos

II

   Todos buscamos la alegría; pero erramos por lo común el camino para encontrarla. El mundo la  promete continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas y alborotadas, pero ni llenan el corazón, ni duran más que breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre una máscara alegre, que oculta un corazón devorado por el tedio y el desasosiego, y quizás por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma del gran Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas sentíase tan inundada de él, que le obligaba a exclamar: "Basta, Señor, basta, basta". Cuando, pues, nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón, y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud.

   ¡Oh Divino Corazón, que sois en el cielo la alegría de los Ángeles y Santos y en este mundo la de vuestros amigos! Por Vos, sonríen alegres en sus tormentos los mártires, en sus penitencias los anacoretas, en sus humillaciones los seguidores de vuestra ley. Por Vos espero sonreír, Jesús amantísimo, hasta en las amarguras de mi última agonía. Hablad, oh Dios mío, a mi alma con aquella voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis entrañas, y disfrutaré ya en este mundo anticipadas las alegrías del paraíso.
   


   Medítese, y pídase la gracia particular.

sábado, 15 de junio de 2013

DÍA 15. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS LA MÁS AMOROSA FORTALEZA

I

   En nada se conoce tanto la profunda miseria del hombre como en su debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa original, tan flaca y endeble, que cualquier esfuerzo del enemigo basta para derribarla, si no tiene al lado una fuerza superior que la sostenga. Puede asimismo tan poco para obrar el bien, que cualquier leve dificultad la amilana y arredra. ¿Queréis ser fuertes en medio de vuestra debilidad? acudid a buscar la fortaleza en el Sagrado Corazón de Jesús.

   Allí fueron a buscarla los Santos, criaturas débiles y de carne ruin y flaca como la nuestra, y gracias a eso fueron fuertes y obraron maravillas. Recorramos la historia de la Iglesia, y veremos a tiernas jóvenes y a pobres ancianos, burlarse de todo el poder de los enemigos de Cristo, y hacerse superiores a los halagos, a los tormentos y a la muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica y las mismas cortes y campamentos, están llenos de hombres y mujeres que en la flor de su edad y en medio de todas las seducciones, fuertes para renunciarlo todo y seguir a Jesucristo, hasta elevarse a la mayor dignidad.

   ¡Alma mía! Nada hicieron ellos que no lo puedas tú, si te procuras los mismos auxilios.

   ¿Dónde Se hallan éstos? acude al Sagrado Corazón.

   Medítese unos minutos.

II

   Eres débil y flaca, alma mía, porque quieres. Sí, porque quieres. ¿Qué disculpa tendría el niño, que no pudiese levantarse del suelo, por no querer alargar su mano a la que le tiende su buena madre? Por eso son frecuentes tus caídas y tropiezos, por eso sientes abatimiento y desconfianza ante la más pequeña dificultad. ¡Quizás para mayor desgracia has presumido algo de tu propio valer, y con necia arrogancia has creído poder prescindir de todo amparo!

   Acude, acude, alma mía, a Dios, tu ayudador y poderoso auxilio, y estás salvada. Nada podrán contra ti los más fieros enemigos, nada las más borrascosas pasiones. Sentirás agilidad, ligereza, facilidad para toda obra buena y para todo costoso sacrificio.

   ¡Oh Corazón de Jesús, fortaleza de los débiles y caídos! mi corazón anda de continuo desalentado, y acude a Vos para que lo sostengáis. Dadme la mano, Señor, como la disteis a tantos que por Vos se levantaron del lodo y subieron a la cumbre de virtud, como la disteis a Magdalena, a Pablo, a Agustín.

   ¿Qué podría el más valeroso si Vos lo abandonáseis? Pero ¿qué no podrá el más débil si Vos le fortalecéis?  ¡Oh Dios mío, fortaleza mía! Hacedme fuerte con Vos, para con Vos reinar eternamente victorioso.

   Medítese, y pídase la gracia particular.



viernes, 14 de junio de 2013

DÍA 14. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS LA MÁS FIRME ESPERANZA

I

   Vanas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien fía en ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las ilusiones, se entibia la amistad, nada, en una palabra, queda en pie de cuanto parece algunas veces halagar al hombre en su breve paso sobre la tierra.

   Y sin embargo, el pobre corazón humano necesita algo firme y permanente a que arrimarse, para no caer en los horrores de la desesperación. ¿En qué podrá, pues, fijar su esperanza? ¡Ah! Todo se pasa, ha dicho Santa Teresa de Jesús, todo se pasa, es verdad; pero Dios no se muda. He aquí pues, el centro fijo en que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos colocarlas en algo seguro e inmutable.

   ¡Oh Corazón Divino de mi amantísimo Jesús! ¡Todo se escapa y desaparece a nuestro amor, dejándonos vacíos y desolados! Sólo Vos permanecéis eternamente como faro de luz y norte resplandeciente para el corazón que os ama. ¡Que me falte todo, Dios mío, pero que no me faltéis Vos! ¡En Vos pongo mi esperanza, y no Seré confundido.

   Medítese unos minutos.

II

   ¡Oh vida humana llena cada día de tantos y tan crueles desengaños! ¡Oh alma mía, que en tantos objetos has querido cifrar tu felicidad, sin que hayan logrado calmar tus ansias! ¡Oh pobre mortal! que eres como hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando en todo la dicha y no hallándola en ninguna de las cosas criadas!

   ¡Fíjate aquí y párate! ahonda aquí tus raíces en el amor de tu buen Jesús, único que puede calmar tu amoroso anhelo, único que no defraudará tus esperanzas. ¡Pobre navecilla, siempre llevada acá y allá por las olas, y siempre con el abismo bajo los pies temiendo el naufragio! Echa aquí tus anclas si quieres hallar puerto seguro, donde algo puedas reposar y rehacerte de las fatigas de tu azarosa navegación. ¡Paloma cansada de volar por todas partes, sin hallar donde fijar los pies! Éntrate por la abertura de esa Arca, que te espera para ofrecerte asilo seguro contra todas las borrascas.

   ¡Corazón de Jesús! Sedlo Vos todo para mí, pues de Vos lo espera todo mi afligido corazón. Promesas seductoras del siglo, que, tantas veces habéis engañado mi alma, yo os miro por lo que sois, polvo, nada. ¿Qué puede prometerse quien pone sus esperanzas en el polvo y en la nada?

   ¡Oh Dios de cielos y tierra! ¡Cuán sosegado descanso el que todo lo espera de Vos y nada fuera de Vos!

   Medítese, y pídase la gracia particular.



jueves, 13 de junio de 2013

DÍA 13. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MÁS PRECIADO TESORO



I


Se cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros, para adquirirse una fortuna; atraviesan mares, desafían climas, todo les parece poco, si pueden hacerse con un puñado de oro para regalar esta miserable vida. ¡Cuántos, no obstante, ven defraudadas sus esperanzas! y aun cuando consigan verse llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas, paz y felicidad a su corazón? Al revés, porque el temor de perderlas o la tristeza de tener que abandonarlas con la muerte, bastan para turbar toda la alegría de su posesión.


Alma mía, no busques con loco afán estas riquezas perecederas. Sea tu mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús. He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo puedes alcanzar. No has de emprender para ganarlo, largos viajes, ni costosos trabajos, ni dificiles industrias, ni luchar con los elementos, ni arriesgar la salud o la existencia. Todo esto lo hacen los hombres por el oro y la plata de este mundo. Nada de esto exige de ti el Sagrado Corazón de Jesús. Cerca le tienes, a tu mano está; El mismo se te ofrece y convida; sólo querer ser rica, con las riquezas de éste para dejarse poseer con toda seguridad.


¿Te resuelves, alma mía, a hacer esta brillante fortuna? ¿Te decides a querer ser rica con las riquezas de este Sagrado Corazón?


Medítese unos minutos.


II


¡Oh vanas riquezas del mundo, que tantas veces habéis excitado mi codicia! ¡Oh mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y estiércol, en los cuales suele poner el hombre su corazón! ¿Qué sois en comparación de las riquezas eternas de ese Corazón Divino, tesoro de los bienaventurados y prenda de toda su felicidad? ¡Qué necios son los hombres que se desviven por alcanzaros, sabiendo que han de morir, y os han de dejar apenas hayan empezado a poseeros!


¡Oh Señor, que sois la verdadera riqueza de vuestros elegidos! No quiero otra cosa que Vos, ni busco mejor tesoro. Seguro estoy que si llego a poseeros, ni ladrones, ni adversidades, ni la muerte misma me lo han de arrebatar. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios; a mí me basta un asilo en el nido amoroso de vuestro Corazón: se cubren con galas y joyas de gran precio; quiero yo sólo para mi alma las joyas de vuestra gracia; gózanse ellos en regalados banquetes y músicas deliciosas; a mí me basta saborear los inefables consuelos de vuestro amor.


¡Oh Señor, riqueza inagotable! ¡Cuán pobre es el corazón que no os posee aunque posea todos los bienes de la tierra!


Medítese, y pídase la gracia particular.

miércoles, 12 de junio de 2013

DÍA 12. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MÁS SEGURO MAESTRO

I


Consideremos hoy bajo este punto de vista el Sagrado Corazón de Jesús. A peso de oro y a costa de largos viajes buscan los hombres para sí, aventajados maestros, y tienen por sumo honor y gran dicha hacerse discípulos suyos y aprender de sus labios humanas ciencias. A menos costa y con menos fatiga podemos nosotros encontrar en el Sagrado Corazón de Jesús el más seguro maestro.


Dos clases de lecciones nos da este Divino Preceptor: unas exteriores, por medio de la voz de la Iglesia; otras interiores, por medio de su secreta inspiración. ¿Y qué enseña? Grandes verdades, máximas de vida eterna, consejos de salvación, prudencia toda celestial. Adoctrinados por ese Maestro Divino, se han visto en la Iglesia de Dios, hombres y mujeres sin letras, admirar y confundir a los sabios, y dejar a los venideros, monumentos de profunda ciencia interior, no adquirida en las escuelas, sino en el trato y familiaridad con este Sagrado Corazón.


¡Oh Maestro de verdad! ¡Oh libro siempre abierto para quien desea penetrar sus secretos! ¡Oh cátedra santa, donde ni Moisés ni los profetas, ni los filósofos, sino el mismo Dios, dicta lecciones de verdad a los discípulos de su Corazón!


Abrid, Señor, el mío, para que reciba dócil tan divinas enseñanzas, y las siga y las practique con toda fidelidad.


Medítese unos minutos.



II

¿A quién has escuchado hasta hoy, alma mía? A maestros de seductoras palabras que te han guiado por caminos de perdición. Han sido tus maestros, el mundo con sus necias máximas, las pasiones con su maligna sugestión, la vanidad, el. amor propio, la ira y demás apetitos desordenados. Estas lecciones he escuchado, Jesús mío, y estas me han hecho permanecer sordo a los suaves consejos de vuestra ley. Hablad ahora, Señor; hablad, Divino Maestro, que vuestro fiel discípulo os escucha. Hablad a lo íntimo de mi corazón desde las profundidades del vuestro; oiga yo vuestra dulce voz, y aprenda de ella los secretos de la vida eterna que nadie más, me puede enseñar. Sordo quiero ser en adelante a todos los que hasta hoy, me han seducido o engañado.


¡Oh Maestro Divino! ¡Admitidme en la escuela de vuestro Corazón, de donde han salido tantos y tan aprovechados discípulos! Ignorante soy como un niño, haceos cargo de mi ignorancia, compadeceos de mi cortedad. No quiero por maestro más que a Vos : enseñadme, Maestro mío, a hacer siempre vuestra santa voluntad.


Medítese, y pídase la gracia particular.

martes, 11 de junio de 2013

DÍA 11. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MÁS FIEL AMIGO



I

Es la amistad una de las más apremiantes exigencias y a la vez una de las más dulces satisfacciones del corazón humano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro; así en sus alegrías como en sus tristezas; y esta comunicación afectuosa se llama amistad.

¿Queréis amistad verdadera? Tened por amigo al Sagrado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con más cierta seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante que no abandona, si no es primeramente abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo os sirven tal vez en la prosperidad, y que os olvidan en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman, hasta la muerte y más allá de la muerte.

El velará como fiel amigo junto a vuestro lecho de agonía, y será vuestro fiador en presencia del Supremo Juez. Busquemos, pues, esta amistad única, que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío, admitidme en el número de los amigos de vuestro Corazón.

Medítese unos minutos.

II

Muchos amigos has tenido, alma mía, en este mundo, o muchos por lo menos se te han llamado tales. ¿Lo han sido de veras? ¡Ah! ¡que nunca lo han sido para ti como promete serlo el Corazón de Jesús!

Los amigos del mundo, encubren muchas veces, bajo halagüeñas palabras, la frialdad o quizás las miras interesadas. Son inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan vanas amistades?

No así, Vos, dulcísimo Jesús, amor mío, amigo mío; y no obstante, ¡cuán pocos son vuestros amigos! ¡El mundo tiene concurridos a todas horas sus centros de disipación y de maldades, y Vos encontráis apenas quien alrededor del Sagrario os haga amorosa compañía!

Quiero ser de estos pocos ¡oh Divino Jesús! para hacerme digno así de vuestra amistad. Quiero daros frecuente conversación, ya que vuestras delicias mayores son tenerlas con nuestras almas. ¡Oh mi
Jesús! ¡Oh mi Dios! ¡Oh mi amigo! Seamos Los dos amigos para siempre, y no se acabe nunca, ni con la vida, tan dulce amistad.


Medítese, y pídase la gracia particular.

lunes, 10 de junio de 2013

DÍA 10. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MEJOR CONSUELO



El pecado ha hecho de este mundo, que debía ser un paraíso anticipado, un verdadero valle de lágrimas. Las espinas con que a cada paso tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan frecuentes gemidos. Así es que nada necesita tanto el hombre durante esta vida mortal, como de consuelo. Consuelo necesitamos de los contratiempos de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pérdida de los que amamos, en las dudas de la conciencia y en todos los momentos de la vida y en el muy crítico y angustioso de nuestro último trance.

   ¿Dónde mejor podemos buscar este consuelo que en el muy dulce y consolador Corazón de Jesús? ¿No han salido de él aquellas tan tiernas y amorosas palabras: "Venid a Mí todos los que andáis trabajados y afligidos, y yo os aliviaré?

   ¡Oh buen Jesús! ¡Oh único verdadero Consolador de los corazones angustiados! ¿A quién iremos sino a Vos en nuestras horas de amargura y desasosiego? Cuando los intereses mundanos no aprovechan, cuando los amigos se alejan, cuando las fuerzas faltan, ¿a quién acudiremos sino a Vos fuente inagotable de todo consuelo?

   Medítese unos minutos.

II

   Y no obstante, alma mía, es Jesús el postrero a quien acudes en tus horas de tribulación. Primero son para ti los amigos de la tierra, que ese dulcísimo Amigo del cielo. Primero buscas un desahogo en el pasatiempo mundano que en la dulce intimidad del Sagrario, donde te espera este misericordiosísimo y compasivo Consolador.

   Dime, ¿no llevas ya bastantes desengaños? ¿Qué herida de las tuyas o qué dolor te ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo has encontrado en él para endulzar las amarguras de la adversidad? ¿No ves que el mundo no gusta de consolar a los que padecen, sino de adular a los dichosos? ¿Qué vas a buscar tú que padeces, en ese mundo que no te ha de comprender? Sólo hay un asilo seguro para los corazones heridos, y es el herido Corazón de Jesús.

   ¡Oh Señor! a vuestro Corazón me acojo yo como al regazo de una madre amorosa, para que me abriguéis en él con vuestro calor, y me defendáis y me consoléis. Solamente Vos tenéis consuelo, para nuestro pobre corazón.

   Alejaos, humanas consolaciones, vanas, inconstantes, mentirosas. Sois como una copa de licor cuyos bordes son dulces pero en cuyo fondo sólo se beben las heces amargas del desengaño. A Vos, Señor, únicamente busco; en vuestro Corazón entro, y aquí quiero permanecer. ¡Oh Dios de todo consuelo! En Vos y sólo en Vos espera hallarlo mi desconsolado corazón.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

domingo, 9 de junio de 2013

DIA 9. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE DESPRENDIMIENTO

I

   La virtud que quiere enseñarte hoy, alma mía, el Sagrado Corazón de Jesús, es la muy heroica del desprendimiento. Tan desprendido de todo lo humano es tuvo el Sagrado Corazón, que nada ejercía sobre él peso, ni influencia alguna, como no fuese la voluntad de su Padre celestial.

   Estuvo desprendido de todo interés material, hasta el punto de nacer privado de todo, en una cueva, y morir desnudo de todo, en la cruz y en el intermedio de su vida, nunca tuvo cosa que llamase suya. Las limosnas que le daba la piedad de los fieles, volvíalas El a los pobres, o las depositaba en poder de sus discípulos.

   En cuanto a los afectos de sangre, ninguno de ellos embarazó para nada la libertad y desprendimiento del adorable Corazón de Jesús. Niño aún, deja a su Madre y San José y se separa por tres días de su dulce compañía y si éstos se atreven a formular una queja "¿No sabéis, les dice, que a Mí me toca atender primero a las cosas de mi Padre celestial?".

    ¡Oh sublime libertad de espíritu! ¡Oh total desprendimiento de lazos humanos! ¡Oh soberana independencia del corazón entregado únicamente a Dios!

   Medítese unos minutos.

II

    No es así ¡oh Jesús mío! mi pobre corazón, esclavo de tantos señores y atado a tan miserables cadenas, que de todas partes detienen su vuelo hacia Dios.

   Me ata el amor a los bienes temporales, me ata el ansia por las comodidades de mi persona; me ata el afecto exagerado a los amigos. Mi corazón ha echado tan profundas raíces en esta tierra vil que le rodea, que no sabe vivir sino con ella y por ella. Y así como la planta se nutre y forma de los jugos que bebe del suelo por medio de sus raíces, así mi corazón vive y se nutre sólo de la miseria del mundo por medio de los mil y un afectos que le tienen atado a él.

   ¡Oh! Desarraigad, Jesús mío, desarraigad mi alma de esta tierra de pecado, donde no crece, ni medra como debiera sólo para Vos. Viva yo en este mundo sólo corporalmente, pero viva espiritualmente fuera de él. No me llenen afectos humanos a mí, que estoy llamado a poseer un objeto divino. Haced que encuentre amargura y desabrimiento en todo lo que no seáis Vos, para que no se pegue mi corazón más que a Vos.

   Si con Vos tan sólo he de reinar eternamente, ¿Cómo soy tan fácil en entregar mi corazón a esas tristes criaturas que tan presto he de abandonar?


   Medítese, y pídase la gracia particular.

sábado, 8 de junio de 2013

DÍA 8. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE RECOGIMIENTO Y MODESTIA

I

   ¿Qué ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu Divino Jesús? Ves el retrato más acabado del recogimiento y de la modestia cristiana. Mírale bien y aprende de El cómo has de ser en tu porte y maneras, si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón.

   Su voz es quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, Su andar grave y mesurado, su mirada recogida y bondadosa. El semblante de Jesús era tal, que inspiraba sentimientos de virtud a quien lo contemplaba, y era imposible verlo interiormente mejorado.

   Sus enemigos nunca pudieron tacharle de ligereza y desenvoltura. Los que sin cesar buscaban por agarrarle la palabra, jamás pudieron echarle en rostro una que fuese inconveniente. Su alegría era tan edificante como su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas, ni le vio desacompasados movimientos. Todo su exterior era el reflejo de orden, paz, igualdad y armonía en su divino interior.

   Dame a conocer ¡oh dulce Jesús! los suaves encantos de esta celestial virtud.

   Medítese unos minutos.

II

   El rostro y los ademanes son el espejo de lo que pasa en el corazón, por eso, llevo retratados en ellos la disipación y el desorden del mío.

   ¿Soy cristiano o gentil? ¿Sirvo a Dios o al mundo su enemigo? Nadie creería lo primero, sino más bien lo segundo, oyendo tal vez mis conversaciones, mirando mis trajes, observando mis actitudes.

   ¿A qué tengo dedicados mis sentidos sino a culpables o por lo menos peligrosos devaneos? ¿Qué ley pongo a mis ojos, para que no tropiecen con escollos mil para la honestidad? ¿Qué freno aplico a mi lengua, para que no hiera la reputación ajena o no se deslice en mil y mil superfluidades? ¿Qué valladar he puesto a mis oídos, para que no se vayan tras la curiosidad y mundanos pasatiempos? ¡Ah! que estos medios que se me han dado para servir con ellos a Dios y al prójimo, sólo los empleo yo, para que me rinda y esclavice el mundo con todas sus vanidades.

   ¡Pobre corazón mío, abierto así sin el muro de la modestia a todos los embates del enemigo! ¡Pobre corazón, expuesto así por mi culpa a todas las oleadas de este mar de corrupción!

   Rodeadlo, Señor, de esta preciosa virtud como de fortísima muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entréis Vos, y nunca jamás vuestro enemigo.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

viernes, 7 de junio de 2013

DÍA 7. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE CELO



I

   Será hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Corazón de Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, y una actividad siempre en movimiento para conseguir esos objetos. ¿Quién podrá debidamente ponderar cuáles fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de Jesús? Un solo pensamiento era el suyo, uno solo el que le hacía palpitar noche y día: glorificar al Padre celestial y salvar al mundo. Si predica, si obra milagros, si anda a pie largas jornadas, si toma parte en los banquetes de los pescadores, si se transfigura glorioso en el Tabor o se deja aplastar como un gusano por sus enemigos, si muere, por fin, o si resucita, todo obedece a un mismo plan, todo tiene por blanco un solo objeto: glorificar a Dios, salvar al hombre.

   El celo por esa empresa le tenía siempre inquieto y extasiado, y le hacía hablar de sus próximos sufrimientos como de gloriosos triunfos. Al dirigirse a Jerusalén la última vez para ser allí preso y crucificado admirábanse los discípulos de que llevase el paso más  apresurado que de costumbre. Era su celo ardiente que le atraía como de sí a la realización de sus constantes deseos.

   Medítese unos minutos.

II

   ¡Cómo contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con la frialdad ordinaria del mío! ¡Ah! Es verdad. También el mío se mueve, se agita, se acalora, se enciende, pero ¿es por la gloria de Dios? ¿es por el bien de mis hermanos? ¿O es al contrario por viles intereses del momento, por sutiles Puntos de honra, por miserables competencias del amor propio? ¡Ah! ¡que el celo que me devora no es tal vez sino ambición, codicia, vanidad, esto es, el celo del mundo!

   ¿Qué hago, en efecto, por la honra divina? ¿Cómo siento sus injurias? ¿cómo me esfuerzo en evitarlas o siquiera en repararlas? Si estuviesen tan amenazados mis intereses como lo están siempre los de Dios, ¿estaríame tan tranquilo y sosegado como me estoy ahora en presencia de la guerra impía que se le hace? ¡Ojalá no sea yo de aquellos mismos que, con su flojedad y malos ejemplos, contribuyen a esa deshonra de la Religión y ruina de las almas!

   ¡Oh Señor! Dadme una centella, una centella sólo de ese fuego abrasador que consumió vuestro corazón; dádmela para que experimente como Vos la pasión de vuestro celo. Apóstol quiero ser de vuestra gloria y de vuestro nombre, en la medida que lo permitan mis fuerzas y condición. Con mi conversación, con mi porte exterior, con mi influencia, con mis relaciones, con mi dinero, con mi oración, procuraré trabajar cuanto pueda, para que seáis cada día más honrado y glorificado.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

jueves, 6 de junio de 2013

DÍA 6. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE MANSEDUMBRE



I

   Admira hoy, alma mía, la suma mansedumbre y benignidad de este adorabilísimo Corazón. Nunca dejó de mostrarse manso y cariñoso, para que en El aprendieses tú los encantos de esta celestial virtud. Con este carácter lo habían ya de antemano retratado los Profetas; con este mismo le vieron después y nos lo retrataron los Evangelistas.

   Mira cómo trata a los pobres e ignorantes, cómo recibe a los pecadores, cómo acaricia a los niños. Muy contadas veces se pinta el enojo en su rostro, para darnos a entender que si la indignación es buena alguna vez, casi siempre son preferibles la suavidad y mansedumbre. No se notan en El ademanes imperiosos, ni se le oyen palabras de desdén, ni se le observa malhumor o fastidio.

   ¡Con qué dulzura tolera la rudeza de sus primeros discípulos! ¡Con qué palabras tan suaves alienta a la Magdalena! ¡Qué acentos tan delicados emplea con el mismo apóstol traidor! ¡Con qué serena majestad contesta al interrogatorio de Pilatos!

   ¡Oh benignidad y mansedumbre del Corazón adorable de nuestro Jesús! ¿A quién no enamoran y atraen tan suaves hechizos?

   Medítese unos minutos.

II

   No me canso, oh Señor, de admirar en Vos esta delicada virtud. Pero ¡ay! ¡que a mi corazón se le hace siempre duro y difícil el practicarla!

   Mis palabras, mi rostro, mis ademanes traspasan muy a menudo las reglas de la caridad, que Vos me habéis impuesto en el trato con nuestros hermanos. La hiel de mi corazón rebosa frecuentemente en mis labios. Trato a mis superiores con altivez, a mis iguales con indiferencia mis inferiores con dureza. Soy en la prosperidad altanero, y en la aflicción ceñudo y malhumorado. Confundo muchas veces la viveza del celo con los arranques del amor propio.

   Dadme ¡oh Señor! la dulce caridad y afectuosa mansedumbre, distintivo de los Santos. Sea igual y blanda y serena mi condición, sin arrebatos ni decaimientos, sin ruidosas alegrías, ni enojosas displicencias. Vean mis prójimos en mi rostro y en mis palabras y acciones, la suavísima imagen de vuestro mansísimo corazón.

   Dadme esas bellas cualidades, para ganaros con ellas almas que en la tierra os sigan y os amen, y en el cielo os gocen y glorifiquen por toda la eternidad.


    Medítese, y pídase la gracia particular.

miércoles, 5 de junio de 2013

DÍA 5. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE GENEROSIDAD



I

Fijemos hoy los ojos del alma en esta especial virtud del Sagrado Corazón. Su generosidad ha sido para con nosotros tan grande, que ni mayor puede ya exigirla ni concebirla nuestra imaginación. Todo, todo, hasta sí mismo, nos lo ha dado generosamente el Sagrado Corazón de Jesús. Mientras vivió en carne mortal, se empleó todo en servicio del hombre; por él obró sus milagros, hizo su predicación, fatigóse, sudó, derramó lágrimas y sangre.

   Acercábase la hora de su Pasión, y después de haberse empleado todo por el hombre, inventó un milagro especial para poder darse a él en su verdadero Cuerpo y Sangre por medio del Santísimo Sacramento.

   ¿Podría dar otra cosa? Sí, todavía otra cosa. Vio al pie de la cruz a una mujer Madre suya, y aun de ella nos hizo al morir, generoso legado. ¿Quedábale aún algo que dar? Unas pocas gotas de sangre quedaban en su Corazón, y ya difunto, permite que se lo rompa un soldado, para que ni éstas dejen de derramarse en provecho nuestro. Aun hoy se nos da a todas horas en nuestros altares, a todos sin distinción, dispuesto siempre a ser generoso hasta con los más ingratos.

   De modo que por su inefable generosidad, es nuestra su doctrina, es nuestra su propia Madre, son nuestros su Cuerpo y Sangre, es nuestro su cielo. Sí, porque después de habérsenos dado por maestro, por alimento y por redención, quiere por toda la eternidad ser El mismo, y no otro, nuestra recompensa. Es su divisa; todo por el hombre y para el hombre.

   ¡Oh generosidad inmensa de tan generosísimo Corazón!

   Medítese unos minutos.



II

¡Cuán distante se halla de corresponder a esta sublime virtud del Sagrado Corazón de Jesús, el mezquino corazón mío! El suyo es todo generosidad; el mío es todo egoísmo. Tal vez sirvo a Dios, es verdad; pero midiendo y escatimando mis servicios, por temor de hacer siempre demasiado. Cuando no me liga precepto de pecado mortal, bástame eso quizá para creerme ya desobligado, Paréceme que amo ya lo suficiente cuando no agravio, o que soy ya el mejor de los amigos cuando no soy un traidor.

   ¿Qué hago por quien tanto hizo por mí? Cualquier sacrificio se me hace imposible; cualquier respeto humano basta para detenerme. Y cuando me resuelvo a hacer algo por mi Dios, ¿es desinteresado mi servicio?  ¿Qué haría si no me amenazara El con el infierno?  ¡Ah! Tal vez el mismo cielo no tuviera para mí bastantes atractivos.

   ¡Oh criado vil, que sólo sirve por temor o por la paga! ¡Oh ! diré con la Imitación "¿Cuándo habrá uno, oh Señor, que se preste a serviros de balde?"

   Yo he de ser, ¡Jesús mío!, yo he de ser. Seré generoso, ¡oh buen Jesús!, no me limitaré a lo que manda vuestra ley, sino que me extenderé a todo lo que conozca ser de vuestro mayor agrado. Tomadlo todo de mí, ¡oh buen Jesús, cuerpo, alma, salud, fuerza, libertad, honra, intereses, vida.

   De todo os hago don, y en todo quiero seáis Vos única y exclusivamente servido.


   Medítese., y pídase la gracia particular.

martes, 4 de junio de 2013

DÍA 4. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE PACIENCIA


I

   ¿Deseas, corazón mío, conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón de Jesús? Mírale como se dignó manifestarse a su devota Santa Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, clavado en el centro de la cruz. He aquí las insignias del Sagrado Corazón, he aquí su escudo de armas. Diríase que para eso sólo vino al mundo, para padecer.

   ¿Y qué padece? Dolores cruelísimos así en el cuerpo como en el alma. En el cuerpo pobreza, persecución, azotes, bofetadas, espinas, cruz. En el alma perfidias, ingratitud, tristezas, agonías, abandono de los suyos. Tal es la amarga historia de su vida pasible y mortal.

   ¿Y cómo padece? Callando, sin soltar la menor queja, sin mostrar iracundo el rostro, sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aun hoy en este Santísimo Sacramento, si padecer pudiera, no fuera el sagrario para El, trono de gloria, sino Calvario de nuevos e ignorados dolores.

   Mira si no cómo le tratan los hombres. ¡Con qué odios le blasfeman unos! ¡Con qué desprecio le miran otros! ¡Con qué frialdad y negligencia los más! ¡Con qué tibieza los mismos que se dicen amigos suyos! ¡Cuán pocos con verdadero amor!

   ¡Pobre Jesús mío, tan sufrido y tan paciente! Enseñad a mi enfermo corazón el secreto de esta heroica paciencia.

   Medítese unos minutos.

II

   ¡Cuánto me confunde, oh buen Jesús, esta consideración! Vos, inocente, no os cansáis de padecer por mí; yo, criminal, ni un instante me avengo a padecer por Vos. Insoportable se me hace cualquier pequeña aflicción; la menor de vuestras espinas, acaba con mi escasa paciencia.

Y no obstante, Vos queréis que padezca, y hasta me lo aconseja mi propio interés. Me habéis colocado en este valle de lágrimas, donde desde la cuna hasta la sepultura, me acompaña la tribulación. Quiera o no quiera el hombre, es éste su patrimonio. La salud, la fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro carácter, nos son fuentes perenne de desazones y desabrimientos. Es necesario sufrir, he aquí la sentencia que desde el nacer traemos escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como Vos, es el único modo de hacer suave y llevadera esta necesidad.

   ¡Ah! Sufriré, Dios mío, sufriré con Vos y por Vos, y como Vos queráis y hasta donde Vos queráis. Contemplaré vuestro Corazón herido y coronado de espinas, para más alentarme a sufrir con paciencia las mías. Alzaré los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en los presentes combates. Vos lo habéis dicho, y escrito está. ¡Sólo se va a él por el camino de la cruz!

   ¡Feliz quien la abrace con Vos en esta vida, para recoger con Vos sus dulces frutos en la eternidad!


   Medítese y pídase la gracia particular.

lunes, 3 de junio de 2013

DÍA 3. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE OBEDIENCIA

I

   El Sagrado Corazón de Jesús es modelo de la más perfecta obediencia. Para dar el mayor y más fino ejemplo de ella, baja el Verbo a este valle de lágrimas, y toda su vida mortal puede compendiarse en esta sola palabra obedecer. Es rey de los cielos, y obedece. Es dueño de todo lo criado, y obedece. Es árbitro poderoso de cuanto existe, y no obstante obedece.

   ¿Y, a quién obedece? Además de la obediencia de continuo prestada al Padre celestial, los demás a quienes obedeció fueron siempre criaturas suyas, y por tanto infinitamente inferiores a Él. Mandábale María, mandábale José, mandábale el juez impío, mandábanle los crueles verdugos. Y a todos obedecía. Hoy mismo, en este augusto Sacramento obedece a la voz de sus ministros, a quienes ha dado en cierto modo la facultad de mandarle colocarse en nuestros altares.

   ¡Oh confusión de mi insoportable y orgullosa independencia! El gusano vil no gusta sino mandar y hacer su propia voluntad, cuando Dios mismo le da el ejemplo de tan rendida obediencia! Avergüénzate aquí, corazón mío, y aprende del Sagrado Corazón tal excelente virtud.

   Medítese unos minutos.

II

¡Oh Señor! Si toda vuestra vida fue obedecer, la mía, infeliz y desdichada, fue siempre continua desobediencia. Soy un miserable esclavo que nunca ha sabido más que rebelarse contra vuestra , suavísima voluntad. Mi rey ha sido mi gusto, mi regla los vanos antojos de mi veleidoso corazón. Obedecíais Vos, y yo insolente y loco pretendía alzarme con el mando. Os hacíais Vos esclavo, y yo quise darme en todo, aires de señor.

   En mi corazón he levantado tronos y altares; pero no han sido para Vos, sino para dar culto en ellos a mis ambiciosas pretensiones, a mi insensata arrogancia. ¿Qué freno hubo que me contuviese? ¿Qué valla me pusisteis que yo no saltase? ¿Qué precepto me dictásteis que yo no rompiese?

   ¡Oh siervo rebelde, digno del más infame castigo! ¡Oh mal vasallo, merecedor de la cárcel perpetua! ¡Oh hijo contumaz, indigno de la herencia de tan buen padre! Pero, perdonadme, Jesús mío; perdonad al extraviado, que sumiso ya y lloroso vuelve a Dios. Mandad, Señor, que a mí me toca obedecer. Prometo desde hoy a vuestra ley, a vuestras inspiraciones, a vuestros ministros, a mis superiores, formal, perpetua y  decidida obediencia.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

domingo, 2 de junio de 2013

DÍA 2. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE HUMILDAD



I

      Mira, alma mía, la profundísima humildad del Corazón de Jesús. Siendo Jesucristo Dios, y como tal potentísimo y excelso, no le bastó hacerse Niño en las entrañas de una mujer, y nacer luego en una cueva de animales, y trabajar más tarde en un taller, y morir, finalmente, como reo miserable en una cruz. Aun después de su existencia mortal vive glorioso en el cielo, es verdad, "pero en la tierra vive humillado y abatido".

   Contémplale en este Sacramento. Ha escogido para vivir entre nosotros las apariencias más modestas. Déjase encerrar como prisionero en el fondo de nuestros pobres tabernáculos, en nuestras iglesias mil veces desiertas y abandonadas. ¡Ah mi buen Jesús!  Cómo sois Vos el mismo hoy que cuando nacíais en Belén, trabajabais en Nazaret, recorríais a pie los campos y aldeas de Judea, y moríais entre injurias y desprecios en el Calvario! No habéis mudado la condición llana y sencilla; no habéis dejado vuestras humildes maneras, a fin de que se acercasen a Vos sin temor los pobres y pequeñuelos, y aprendiesen en Vos sencillez y humildad los vanos y orgullosos.

   ¡Oh! ¡Humildísimo Jesús! ¡Enseñadme a mí, altivo y presuntuoso que soy, esta santa virtud de la humildad!

   Medítese unos minutos.

II

   Me avergüenzo y me espanto ¡oh Jesús mío! cuando doy una mirada a mi pobre corazón. Es todo al revés del vuestro, tan sencillo y tan humilde. Está lleno de vanidad, presunción, necio orgullo, insaciable amor propio. Busca siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y brillar, obscurecer a los demás, hacerse superior a todos.

   ¡Ah!  No Son éstas las lecciones de vuestro humildísimo Corazón. Vos me queréis humilde para con Dios, para con mis prójimos y para conmigo mismo. Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando sin murmurar todas sus disposiciones, sujetándome sin réplica a su dulce Providencia, agradeciendo como cosa suya todo lo que de bueno haya en mí.

   Para con mis prójimos, portándome como si fuese el menor de todos ellos, sufriéndolos con caridad, tratándolos con dulzura, perdonando sus injurias, huyendo sus aplausos y alabanzas.

   Paro conmigo mismo, teniéndome por lo que soy, criatura miserable, indigna del polvo que piso, del cielo que contemplo y del aire que respiro, reconociéndome infeliz pecador que sólo por la divina compasión no ardo ya en los infiernos.

   ¡Corazón de Jesús humilde! Dadme ese espíritu de perfecta humildad, para que consiga sentarme un día en el trono que reserváis a vuestro lado a los humildes como Vos.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

sábado, 1 de junio de 2013

DÍA 1. EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE AMOR



DÍA 1. EL SAGRADO CORAZÓN,  MODELO DE AMOR

   ¿Qué motivos han inducido al buen Jesús a darnos su Sagrado Corazón? Sólo por motivos de amor. Porque nos amó se hizo hombre, porque nos amó sufrió Pasión y muerte, porque nos amó quiso quedarse en la Eucaristía, porque nos amó se dignó manifestarnos en estos últimos tiempos las riquezas de su adorable Corazón.

   ¿Y a quién amó? A criaturas ingratas y culpables, indignas de ocupar uno solo de sus pensamientos. Nos vio como éramos, pobres, infelices, llenos de corrupción y de pecados. por nuestra suma miseria nos amó. ¡Oh amor tiernísimo del Corazón de Jesús!

   ¿Y cómo nos amó? No como aman los hombres, ni como aman los Ángeles, ni como ama la misma Virgen María. Nos amó como sólo puede amar El; con amor eterno, infinito, divino, amor del Corazón de un Dios.

   ¡Oh Pobre corazón mío! ¡Qué nobleza la tuya! Has sido amado a pesar de tu miseria por el Corazón de todo un Dios! ¿Conoces ¡oh hombre! hasta qué punto te ha engrandecido Dios, haciéndote objeto de su amor?

   Medítese unos minutos

II

   ¿Y qué pide el Corazón de Jesús en cambio de este amor? No pide nuestra vida, nuestra salud ni nuestras riquezas. Pide sólo el amor de nuestro corazón. Pide sólo ser amado, no como merece El, sino como podemos amar nosotros con nuestro pobrecito corazón. Con una gotita del nuestro se contenta Él, a trueque del océano que nos da del suyo.

   Tengo sed, clama desde este sagrario, como desde la cruz. Tengo sed de vuestro amor. ¡Ah! ¡hermanos míos! ¡amigos míos! ¡no nos hagamos los sordos a este grito amoroso del Corazón de Jesús! ¡Amemos al Sagrado Corazón!

   ¿Y cómo se le ama? Se le ama guardando su ley, procurando seguir sus inspiraciones, buscándole amigos que le quieran, ganándoles almas que un día sean con El dichosas, evitándole injurias y menosprecios, desagraviándole por ellos. Así se aman los hombres unos a otros. Así debemos amar a Jesús.

   ¿Qué haces tú por aquel padre, por aquella esposa, por aquel hermano, por aquel amigo a quien amas tanto? ¿Cómo les hablas? ¿Cómo les sirves? ¿Cómo les contentas? pues bien; haz lo mismo con el Corazón de tu buen Jesús, y estará satisfecho de ti.

   ¡Ay de ti si no le amas por lo menos de esta suerte! ¡Infeliz! Deberás aborrecerlo por toda la eternidad.


   Medítese y pídase la gracia particular.