I
Hemos llegado ya, ¡oh devotos del Sagrado
Corazón! a la última novena de este su piadoso Mes. Hora es ya que pensemos en
dirigirnos a Él con nuestro fervor, para rogarle en estos últimos días por las
necesidades más urgentes de la sociedad humana. Por las nuestras particulares
hemos rogado, cada día y podemos seguir haciéndolo en el fondo de nuestro
corazón. Por estas otras, debe ser pública y común, nuestra oración, como son
ellas públicas y comunes. Dediquemos, pues, el día de hoy a rogar al Sagrado
Corazón por nuestro Santísimo Padre el Romano Pontífice. Y ¿por cuál podríamos
ofrecer con preferencia nuestra más eficaz oración? Es el Papa el centro de
toda la vida católica sobre la faz de la tierra, base de su edificio, cabeza
visible del cuerpo espiritual de que es Cristo cabeza invisible.
Es, por lo mismo, el objetivo privilegiado
de las más rabiosas iras del infierno. Alrededor de su trono rugen con sin
igual furor todas las tempestades de la impiedad. Ora fieros y desembozados, le
dirigen brutales amenazas sus enemigos; ora pérfidos y capciosos, le tienden
astutas amenazas.
¿Y habrá quien se tenga por hijo fiel de la
Iglesia y deje solo a su Padre y Pastor
en esos tremendos combates? ¿Habrá quien no acuda al Sagrado Corazón por esta
primera y más urgente necesidad de nuestros días?
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Cubrid con
vuestro escudo de protección a este
Vicario vuestro, el primero de vuestros hijos, a quien habéis constituido en la
tierra como Padre y Pastor de nuestras almas en lugar de Vos. Asistidle,
defendedle, sacadlo vencedor de sus
constantes enemigos. Lo son vuestros los suyos, y cuando contra él se pelea, se
pelea contra Vos.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por nuestro
venerable Pontífice, sed siempre, y en especial durante este mes, abogado y
medianero nuestro ante el Padre Celestial!
Medítese unos minutos.
II
De todos los deberes del buen católico, el
deber de rogar por el Papa es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué familia
hay en la cual los hijos no se crean obligados a prestar toda clase de auxilios
al padre de ella? Aquí la gran familia es el Catolicismo, y el gran padre de
ella es el Romano Pontífice; nosotros somos sus individuos, y los auxilios
principales que necesita son los de nuestra fervorosa y constante oración
Examine, pues, aquí cada uno de nosotros cuál
ha sido hasta hoy su conducta en este punto. Aunque no hayamos sido hijos
rebeldes y malvados como los que se han alzado contra el Papa ¿no es cierto que
quizá nos hemos portado como extraños o indiferentes? ¿Estamos seguros de haber
cumplido siempre la obligación de buenos hijos? ¡Ah! tal vez habrá motivo para
que se nos acuse sobre esto en el tribunal de Dios. No queramos, pues,
permanecer ya en nuestra frialdad y olvido.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Este será mi
grito constante en vuestra presencia: ¡Salvad al Papa! ¡Conceded el triunfo al
Papa! Dad autoridad y fuerza a sus palabras; hacédselas respetar a ese mundo
indócil a su voz; hacednos sobre todo a nosotros obedientes y sumisos a sus
enseñanzas. Sean confundidos y disipados los que le quieren mal: vuelvan en sí
los que han extraviado la Revolución con sus doctrinas; tornen solícitas al
amoroso Pastor las ovejas que se han apartado de su rebaño.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por los
méritos de vuestra cruz, por el valor infinito de esta sangre, por los azotes y
espinas de vuestra cruelísima Pasión, dadle a vuestro Vicario sobre la tierra
lo que por él os pedimos en el día de hoy.
Medítese, y pídase la gracia particular.
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