jueves, 20 de junio de 2013

DÍA 20. PIDAMOS HOY AL SAGRADO CORAZÓN POR EL CLERO y LAS ORDENES RELIGIOSAS

I

   Si el Papa es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el Clero y las Órdenes religiosas son sus brazos. De ellos se sirve para obrar el bien y promover el servicio de Dios: por esto son tan aborrecidos de la impiedad, los sacerdotes y religiosos, que a toda hora anda ella procurando o destruirlos o corromperlos. Dediquemos, pues, hermanos míos este día de hoy a rogar por tan importante necesidad.

   Pidamos al Sagrado Corazón encienda y abrase en celo y caridad el alma de sus sacerdotes y religiosos y religiosas, para que por su medio gane cada día terreno el reino de Dios sobre la tierra, y se conquisten nuevas almas para la gloria celestial. Que sea en ellos, perfecta la observancia de las leyes eclesiásticas, que brillen en el pueblo por la pureza de las costumbres, por el desinterés, la obediencia, la humildad y el espíritu de sacrificio.

   ¡Oh Corazón de Jesús! ¡Ved cómo está el mundo, y la necesidad que hay de que trabajen buenos obreros en él! ¡Oh Padre de familias, mandad buenos trabajadores a vuestra Viña. Hacedlo, Corazón Divino, por vuestra gloria y por la salvación de tantas almas que habéis confiado a la dirección de vuestros ministros.

   Os lo suplicamos muy especialmente, Corazón Divino, en este día de vuestro devoto Mes.

   Medítese unos minutos.

II

   Cuales sean los sacerdotes y las Casas religiosas, tales serán los seglares que viven a su alrededor. ¡Ay del pueblo donde reina hasta en los ministros del santuario, el desorden o siquiera la negligencia! ¡Cuánto no debe, pues, interesarnos ante el Sagrado Corazón esta necesidad!

   ¡Oh Corazón Divino! Dad celosos pastores a vuestras ovejas, ardientes pregoneros a vuestra palabra, fieles dispensadores a vuestros Sacramentos. Avivad en las almas que en los Institutos religiosos os habéis escogido como especial porción vuestra, y que más estrechamente os han ligado por medio de los votos, el espíritu de oración, la vida mortificada, el reconocimiento interior, la ejemplar observancia.

   ¡Señor! Vos lo habéis dicho: "Un poco de levadura hace fermentar luego toda la masa". Y ¿quiénes son la levadura de vuestro pueblo, sino estas almas que os habéis escogido de la masa común de él? Enviad santos religiosos, ¡oh Señor! enviad almas de superior perfección, y se transformará el mundo.


   Medítese, y pídase la gracia particular.

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