jueves, 13 de junio de 2013

DÍA 13. EN EL SAGRADO CORAZÓN HALLAREMOS EL MÁS PRECIADO TESORO



I


Se cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros, para adquirirse una fortuna; atraviesan mares, desafían climas, todo les parece poco, si pueden hacerse con un puñado de oro para regalar esta miserable vida. ¡Cuántos, no obstante, ven defraudadas sus esperanzas! y aun cuando consigan verse llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas, paz y felicidad a su corazón? Al revés, porque el temor de perderlas o la tristeza de tener que abandonarlas con la muerte, bastan para turbar toda la alegría de su posesión.


Alma mía, no busques con loco afán estas riquezas perecederas. Sea tu mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús. He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo puedes alcanzar. No has de emprender para ganarlo, largos viajes, ni costosos trabajos, ni dificiles industrias, ni luchar con los elementos, ni arriesgar la salud o la existencia. Todo esto lo hacen los hombres por el oro y la plata de este mundo. Nada de esto exige de ti el Sagrado Corazón de Jesús. Cerca le tienes, a tu mano está; El mismo se te ofrece y convida; sólo querer ser rica, con las riquezas de éste para dejarse poseer con toda seguridad.


¿Te resuelves, alma mía, a hacer esta brillante fortuna? ¿Te decides a querer ser rica con las riquezas de este Sagrado Corazón?


Medítese unos minutos.


II


¡Oh vanas riquezas del mundo, que tantas veces habéis excitado mi codicia! ¡Oh mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y estiércol, en los cuales suele poner el hombre su corazón! ¿Qué sois en comparación de las riquezas eternas de ese Corazón Divino, tesoro de los bienaventurados y prenda de toda su felicidad? ¡Qué necios son los hombres que se desviven por alcanzaros, sabiendo que han de morir, y os han de dejar apenas hayan empezado a poseeros!


¡Oh Señor, que sois la verdadera riqueza de vuestros elegidos! No quiero otra cosa que Vos, ni busco mejor tesoro. Seguro estoy que si llego a poseeros, ni ladrones, ni adversidades, ni la muerte misma me lo han de arrebatar. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios; a mí me basta un asilo en el nido amoroso de vuestro Corazón: se cubren con galas y joyas de gran precio; quiero yo sólo para mi alma las joyas de vuestra gracia; gózanse ellos en regalados banquetes y músicas deliciosas; a mí me basta saborear los inefables consuelos de vuestro amor.


¡Oh Señor, riqueza inagotable! ¡Cuán pobre es el corazón que no os posee aunque posea todos los bienes de la tierra!


Medítese, y pídase la gracia particular.

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